En plena campiña cordobesa, a 65 kilómetros de la capital, se levantó hace cinco siglos una villa en la que se elabora uno de los mejores vinos del mundo. Su origen está en el agua, el agua que antaño abastecía a las huertas y ahora nutre la tierra en la que se asientan los viñedos que dan vida a raudales.
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